viernes, 9 de marzo de 2012

Es así como durante el siglo XI comienzan a construirse en el norte de Cataluña un elevado número de templos de estilo lombardo, en Lérida, Gerona y Barcelona. Este primer impulso llega también al reino de Aragón, conservándose buenos ejemplares en la provincia de Huesca. Salvo algún caso aislado de Galicia y Valladolid, el primer románico, frenado por la tradición artística hispánica de lo astur-leonés y lo mozárabe, no tendrá en el resto de nuestra geografía ninguna implantación.
Como características más distintivas se puede citar el empleo de piedra escuadrada pero no pulida, las cabeceras son de semitambor adornadas con arquillos y bandas rítmicamente dispuestas, los templos se cubren con bóvedas pétreas de cañón y horno, las naves son más amplias y elevadas, al menos en comparación con antiguos edificios prerrománicos; se emplean los pilares como sustentación, en lugar de la columna, y no hay figuración escultórica.
Una segunda fase, que constituye la época dorada del estilo por su calidad y belleza, se extiende en la última mitad del siglo XI y la primera del XII, procedente de Francia y transmitido principalmente por las rutas de peregrinación. A esta fase del gran románico se le ha denominado "pleno".
Es el momento en que se levantan los principales monasterios, las grandes catedrales románicas de las rutas de peregrinación y otras importantes iglesias en las ciudades de mayor poder económico e influencia.
Es un estilo de líneas y volúmenes armónicos, ricos en escultura en fachadas, puertas, ventanas, canecillos, etc. La pintura complementa la expresividad de la figuración tallada en la piedra. Los programas iconográficos no se realiz azar, sino en función de un mensaje catequético y simbólico preciso.


 

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